Dolce Vita

  Como dictan las leyes del control automático, después de una excitación muy grande en la entrada de un sistema lo más habitual es que se produzca una sobreoscilación en la variable de salida...

  Mejor en cristiano: Como dice Alejandro Sanz, después de la tormenta siempre llega la calma, y tal y como dije en la entrada anterior, así ha sido. Fue terminar la época de exámenes y dedicarme a recuperar el tiempo perdido, es decir, dormir. No hombre, no ha sido todo hacer el gamba en su máxima expresión, pero sí volver a disfrutar del tiempo libre, lo que en Erasmus suele ser sinónimo de visitas y viajecitos espontáneos (o sea, la Dolce Vita) ¡Vamos a ello!


  Justo el lunes después de la última semana 'liado' decidimos alquilar un coche con Firefly para ir a Maranello y Módena ¿Que por qué? Pues obviamente para ir a la cuna de Ferrari, meca del motor. Cogimos el coche en Linate, el aeropuerto, y ante nosotros se nos presentó un viaje de dos horas bajo la lluvia emiliana... y lo que es peor, rodeados por conductores italianos. Llegamos a Módena, y según avanzábamos los anuncios de Pavarotti, il cavalino rampante y el aceto balsamico se convertían en nuestros compañeros de viaje. El día terminó de despejarse cuando llegamos al museo, y las próximas tres horas las invertimos exclusivamente en inspeccionar detalle a detalle cada motor y coche del recorrido (ventajas de ir con un ingeniero mecánico en proceso, que te sirve como guía turístico). Cuando no quedó ningún centímetro sin fotografiar pasamos a la tienda... y tal y como llegamos nos fuimos ¿Había cosas chulas? Muchísimo ¿Eran caras? También. Por muy fan que sea de la escudería no me voy a gastar más de 20€ en un bolígrafo. El día siguió y terminó con la misma temática: un amigo nuestro pudo hacer uno de sus sueños realidad al conducir un Ferrari por la ciudad, y justo después volvimos a Módena para visitar la casa/museo de Enzo Ferrari y lo que quedaba de exposición. Volvimos a Milán ya por la noche, con el cansancio y un gran día a nuestras espaldas. Desde luego si os gusta la temática, una vez en la vida tenéis que ir, os lo recomiendo.


  La próxima visita fue un poco más lúgubre y obscura, pues resulta que uno de los lugares más bonitos y peculiares de la capital lombarda es el 'Cimitero Monumentale'. Ciertamente el nombre le hace justicia, pues nada más bajarte del tranvía un gran edificio de dimensiones solemnes te da la bienvenida al camposanto. Para más inri, escogimos un día perfecto para ir al cementerio: una nube espesísima cubría el cielo, que a cada tanto dejaba caer una suave llovizna, soplaba un viento aullador a ráfagas, y para colmo los cuervos se divertían sobrevolando el cielo y dejando oír su graznido. Sólo faltaba que las tumbas vibraran, se alzaran cuerpos putrefactos de las mismas, y que todos comenzaran a bailar. Desafortunadamente no fue así, y en su lugar pudimos disfrutar tranquilamente de las pintorescas y (valga la redundancia) monumentales tumbas del cementerio. Un detalle un tanto extraño es que aquí en Italia es tradición eso de poner fotos a color del fallecido sobre su propia tumba... Quitando ese aspecto perturbador, hay que reconocer que la visita al cementerio es muy bonita: es muy verde, repleto de árboles y plantas de todo tipo, y seguro que no encuentras dos tumbas iguales o que tampoco te aclaras con cuál te gusta más.

Cimitero Monumentale


¡Ahí está!
  Sorprendentemente, la siguiente visita fue a la Scala (nótese la ironía), pero había tres razones de peso para volver al templo de la música: I due Foscari de Verdi, Plácido Domingo como barítono, y las azafatas del teatro. Bromas aparte, la verdad es que nuestro querido 'Placi' ya está mayorcete, y pocas ocasiones más habrá para verle, así que había que aprovechar. La ópera fue bastante del montón, la verdad, nada especial; de hecho, como quería ver bien a Placi estuve casi todas las dos horas de pie tras la galería, así que alguna que otra parte se hizo larga. En cualquier caso mereció la pena ver a uno de los grandes tenores en el mismo escenario donde una vez le estuvieron aplaudiendo durante más de hora y media... cada vez que aparecía a la luz de los focos el teatro se sumía en un silencio especial, y siempre después de un aria rompía en aplausos y 'bravos'. Al igual que ocurría con la visita a Maranello, tenía que ver a Placi alguna vez en la vida... Para colmo mis amigos se pusieron de acuerdo a los pocos días para ir a la Scala juntos (me va a salir por las orejas), pero en esta ocasión para ver un ballet: 'Lo Schiaccianoci' (el Cascanueces para los amigos). Fue una gratísima sorpresa, honestamente, una de las veces que mejor me lo he pasado en el teatro: la música de Tchaicovski es soberbia, y sorprendentemente el ballet me gustó, parecía que era navidad y todo.

Paseos milaneses.

  Aprovechando la mejoría del tiempo hicimos una última visita a un sitio que teníamos pendiente desde hace mucho: Turín. A decir verdad nunca he tenido muchas ganas de ir, es decir, no me daba la sensación de que fuera a ser una ciudad especialmente bonita o atractiva. Tampoco teníamos nada mejor que hacer, y en no mucho iba a tocar estudiar de nuevo, así que era el momento indicado para ir. Lo bueno de tener bajas expectativas es que son fácilmente superables, y que te puedes llevar muy buenas sorpresas, y precisamente fue lo que pasó. Turín me ha gustado mucho, la verdad, más que a Milán en primera instancia. Es más colorida que Milán, más abierta, joven y viva. En esta época es raro encontrar mucha gente caminando fuera del centro de la capital lombarda, pero sí que ocurre en Turín, lo que siempre es de agradecer. Algunas de sus plazas son espectaculares, las vistas desde los montes vecinos son impresionantes, hay estatuas ecuestres chulísimas para dar y regalar... y, por qué no decirlo, la bebida típica de allí está de muerte. Una cosa que sí que se nos quedó en el tintero fue subir a 'la Mole', un pináculo de dimensiones titánicas desde el cual debe de contemplarse la ciudad de manera privilegiada (para lo que hay que pagar unos privilegiados 20€). Ese mismo día también nos ocurrió algo gracioso ya típico de los Erasmus: queríamos hacernos una foto con la Mole de fondo, y como que a modo 'selfi' no cabíamos todos, así que preguntamos en 'italiano' a unos chavales que nos hicierPan la foto, los cuales también respondieron en italiano. A todo esto, mientras uno de ellos nos hace la foto, los otros dos comenzaron a hablar entre sí... en español, para variar, y es que es casi más fácil encontrar a un español que a un italiano por estos lares. Al final terminamos haciendo migas y terminamos el tour con ellos.


  Pero bueno, algún día había que volver al tajo ¿no? Sí, pero todavía no, pues esta semana llega uno de los mejores viajes del Erasmus ¡Praga! Por un precio fantástico vamos todos con la ESN a echar unos días en la capital checa... Puedo prometer y prometo que la próxima entrada tratará sobre este viaje (y los formularios para conseguir plaza segura en los viajes de la ESN), e igualmente prometo que no nos lo vamos a pasar mal :) 

 ¡Hasta la próxima señores!

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